¿Vacunar o no vacunar?

¿Vacunar o no vacunar?

Ni las vacunas ni la controversia en cuanto a si se deben usar las vacunas son temas nuevos. Los primeros en usar vacunas fueron los antiguos chinos en el siglo X, cuando inyectaron a personas sanas con material de las costras de pacientes que padecían de viruela.

No sabemos cuán eficaz o peligrosa era esa práctica, pero la historia moderna de la vacunación científica comienza con Edward Jenner, médico británico que en mayo 14 de 1796 inyectó por primera vez viruela de las vacas y probó que se podía usar para protegernos de la viruela humana. Esta técnica evolucionó a través de los siglos y fue tan exitosa que logró erradicar totalmente la viruela, enfermedad que antes aniquilaba una tercera parte de las personas que la adquirían.

Tan efectiva fue la vacuna de la viruela que en el siglo XIX varios estados de EE.UU. legislaron para hacer mandatorio la vacunación de viruela. La primera en oponerse a las vacunas fue la Sociedad Americana Anti Vacunación fundada en 1879. Su oposición se basaba en que era indigno forzar a los ciudadanos a vacunarse además de que “la eficacia de la vacunación era una materia de opinión individual”. En 1905 el Tribunal Supremo de EE.UU. decidió a favor del proceso de vacunación mandatorio y hoy día la vacunación es obligatoria para poder matricularse en los centros escolares públicos y privados.

Oposición actual a las vacunas

No obstante, la oposición a las vacunas continúa con tantos bríos y tenacidad como en 1879. Cabe preguntarnos ¿a qué se debe esta oposición? El propósito de este artículo es revisar desapasionadamente el tema.

Un hecho indisputable es que las vacunas, en términos generales, han logrado en muchos casos erradicar enfermedades tan temibles como la polio y la viruela. El último caso de polio reportado en el continente americano fue en 1994. Las vacunas han ayudado a prevenir o mitigar un sinnúmero de enfermedades tales como tétano, difteria, sarampión alemán, sarampión común, paperas, varicela, tos ferina, culebrilla, hepatitis B, influenza, pulmonía por neumococo, y más recientemente el virus de papiloma humano (HPV) asociado con cáncer del cuello de la matriz y con cáncer de la base de la lengua.

Eficacia de las Vacunas

Entre los opositores de las vacunas, solo unos pocos impugnan su eficacia, ya que es obvio que muchas enfermedades se han podido frenar por completo. No todas las vacunas, sin embargo, son igualmente efectivas. Las de polio, tétano, viruela, difteria, tos ferina, sarampión alemán, varicela, rubeola, paperas y hepatitis B han sido las más efectivas.

Otras, como la de Influenza, son más problemáticas porque el virus muta todos los años. Hay quien me ha dicho: “Me vacuné contra la influenza, sin embargo, con todo y eso me dio un catarro malísimo”. Cabe explicar ahora que el catarro y la influenza son dos enfermedades que, aunque comparten algunos síntomas, son totalmente diferentes y el virus que las causa no es elmismo. La vacuna de influenza no protege en absoluto de un catarro común y corriente.  Pero la influenza es una enfermedad mucho más seria. En personas con enfermedades crónicas y debilitantes y en mayores de 65 años, la mortalidad es bastante más alta que en otros. La eficacia de la vacuna de influenza varía entre 50-60%. En aquellos que la vacuna no protege totalmente, al menos logra mitigar la severidad de la infección.

¿Porque la oposición a las vacunas?

Si la eficacia no es el problema, ¿en qué consiste la oposición a las vacunas? Son al menos dos los asuntos que le preocupan a los opositores de las vacunas. En primer lugar, está el problema de los efectos secundarios. No hay tratamiento alguno libre de efectos secundarios, pero la gran mayoría de las veces, con muy pocas excepciones, los beneficios son dramáticamente superiores a los efectos secundarios.

Tomemos el caso del autismo el cual ha sido frecuentemente adjudicado a las vacunas. Hace ya 18 años, la prestigiosa revista médica británica, Lancet, publicó un artículo científico firmado por el Dr. Andrew J. Wakefield, en el que se presentaban datos acerca de 12 niños enfermos con varios trastornos autísticos.  Los 12 niños habían sido vacunados contra sarampión, rubeola y paperas poco antes de desarrollar autismo. Según los autores del artículo, ellos encontraron evidencia de que las vacunas podían haber causado el autismo en 8 de los 12 niños.

Desde luego que esto causó un gran revuelo y la prensa internacional se encargó de propagar la noticia. Como resultado, el público desarrolló una desconfianza enorme, no solo hacia la vacuna de sarampión y paperas, sino hacia todo tipo de vacunas en general.

En el Reino Unido la tasa de vacunación de la población infantil era más de 90%, pero rápidamente descendió a menos del 70%. Como consecuencia, comenzaron a aparecer brotes de esas enfermedades tan fácilmente prevenibles. Inclusive, en 2006 murió un adolescente a causa de sarampión, aparte del problema de malformaciones congénitas debido a mujeres embarazadas que tuvieron sarampión durante el primer trimestre del embarazo.

Pasaron seis años, y para 2004 ya habían aparecido en la prensa médica varios artículos que probaban que no existía vínculo entre esa vacuna y el autismo.

El 3 de febrero de 2010, el editor de la revista Lancet le pidió excusas al mundo entero. Hubo evidencia de que el autor principal del artículo había recibido una enorme suma de dinero de parte de un abogado para conducir el estudio. No solo eso, sino que los padres de los 12 niños que reportó en su estudio eran clientes de ese abogado, cuya intención era demandar a las compañías manufactureras de vacunas. Pero según un tribunal del General Medical Council del Reino Unido que lo investigó por fraude, alegadamente el Dr. Wakefield no solo pecó por no revelar su relación con el abogado, sino que también mintió y falsificó casi todos los datos publicados. El tribunal lo encontró culpable de mala conducta y falta de honradez.

Otras objeciones

La otra razón principal para objetar las vacunas es que supuestamente las enfermedades infecciosas han sido erradicadas en gran medida por la mejor higiene existente hoy día. Esta idea se ha comprobado que es incorrecta porque al disminuir la tasa de vacunación para varias enfermedades, se ha experimentado una resurgencia de enfermedades infecciosas. Un buen ejemplo es el caso ya mencionado del Reino Unido, pero también existen en otras partes del mundo múltiples ejemplos de epidemias de polio, tos ferina, varicela, cólera y difteria.

Debido al temor infundido por el movimiento anti-vacunación, en EEUU solo un 83% de los niños están vacunados contra la tos ferina. Para poder erradicar una enfermedad contagiosa en un país, se supone que la tasa de vacunación contra esa enfermedad supere el 95%. El número de casos de tos ferina está aumentando todos los años y en 2015 se registraron 11,000 casos en EE.UU.

Otra idea prevalente es que enfermedades como la polio y viruela se han erradicado totalmente y que jamás volverán a causar epidemias. Esta noción también es incorrecta. En 2013, por ejemplo, se registraron 416 casos de polio en el mundo. Solo es necesario que la tasa de vacunación contra la polio baje, para que empiecen a aparecer brotes. Es preocupante que en Pakistán y Afganistán el gobierno talibán emitió un “fatwa” (edicto) contra el personal que vacunaba para polio en esos países, reclamando que lo que estaban haciendo era inyectando una droga que producía esterilidad. Esto trajo como consecuencia la matanza de mucho del personal extranjero involucrado en la vacunación. Si esta práctica continúa, puede ocurrir una resurgencia de la enfermedad. De hecho, en Afganistán en 2015 se registraron 20 casos de polio y en Pakistán 54 casos.

¿Cuáles son los riesgos serios de las vacunas?

La gran mayoría de las vacunas conllevan muy poco riesgo. Por ejemplo, la vacuna de polio tiene muy pocos efectos secundarios, pero en la década de 1950 la vacuna se contaminó con el virus SV-40, capaz de producir cáncer en los simios. Estudios epidemiológicos de personas que recibieron la vacuna en esa época no han demostrado de forma definitiva que su riesgo de desarrollar cáncer haya sido más alto, pero de todos modos existe esa preocupación. Después de 1963 la vacuna ya ha sido depurada y no contiene ése ni ningún otro virus.

El síndrome de Guillain-Barré es un trastorno neurológico serio que produce una parálisis que empieza por los pies y gradualmente asciende hacia el torso superior. Este trastorno ocurre mayormente como secuela de algunas infecciones. Un estudio demostró que después de la vacuna de influenza de 1976, ocurrieron más casos de lo que se esperaba de este síndrome. Los cálculos indicaron que, en ese año, el riesgo de adquirir ese síndrome, alcanzó a 1 de cada 100,000 personas vacunadas. Después de 1976, el riesgo del Guillain-Barré atribuido a la vacuna ha disminuido de forma importante hasta el punto que solo ocurre en 1 de cada millón de personas vacunadas. De hecho, el Guillain-Barré como consecuencia de infectarse con influenza es 17 veces más común que el Guillain-Barré causado por la vacuna.

Otro efecto secundario es el de las reacciones alérgicas severas que pueden ocurrir también como con cualquier otro medicamento, pero estas no son muy comunes.

Quién no se debe vacunar.

En términos generales, todos debemos vacunarnos, pero existen algunas contraindicaciones tanto en adultos como en niños. La mayor contraindicación es con relación al uso de algunas vacunas con virus vivo o atenuado, las cuales deben evitarse en personas inmunosuprimidas tales como aquellos con trasplante de órganos y los que están recibiendo quimioterapia para cáncer, al igual que los que padecen de trastornos hematológicos malignos como lo son los linfomas y las leucemias. Si existe alergia a alguno de los componentes de la vacuna, entonces no se debe usar. Como precaución, se evitan también en mujeres embarazadas.

No obstante, la mayor parte de las vacunas no tienen virus vivos. Algunas excepciones son, la vacuna oral de polio, culebrilla, sarampión, paperas, varicela, rotavirus, tuberculosis y fiebre amarilla.

En resumen, los riesgos de las vacunas son ínfimos en comparación con los beneficios y por tanto la gran mayoría de los niños y adultos, con pocas excepciones, deben vacunarse. Los adultos debemos estar al día con las vacunas de influenza, tétanos y varicela. Las vacunas no causan autismo. El riesgo de Guillain-Barré es menor con la vacuna de influenza que con la infección por influenza. Las personas mayores de 60 años, sin contraindicaciones, deben vacunarse contra el neumococo (bacteria causante de un tipo de pulmonía) y aquellos mayores de 65 contra la culebrilla. La culebrilla, aunque con una mortalidad no muy alta, puede asociarse con dolores severos que duran en muchos casos toda la vida. Las personas adultas menores de 26 años se deben vacunar contra el virus HPV. El cáncer del cuello de la matriz y de la base de lengua debiera prácticamente desparecer en un futuro no muy lejano si se cumple con esta recomendación.

Tribuna invitada: Dr. Fernando Cabanillas

Funte: El Nuevo Día